Depresión





















La depresión no es únicamente estar triste o infeliz. 

Es una enfermedad con la que se pierde la esperanza, el futuro. Sientes que ante todo aquello que quieres hacer se encuentra una fuerte resistencia de tu propio cuerpo, de tu propia mente. El desinterés, la fatiga, el silencio y la tristeza se adueñan de ti. Al principio, intentas obviar estos síntomas diciéndote a ti mismo “va, es una día tonto”, pero los “días tontos” se van sumando y sumando, y vas viendo que estás en un camino sin salida, un túnel sin final, sin luz que seguir.

 Se trata de un trastorno mental que afecta a más de 350 millones de personas en el mundo pero que, a pesar de estar tan extendido, es muy poco entendido. Es invisible, los demás ni la perciben. Una enfermedad oculta y misteriosa que te hace sentir solo.

Ante el miedo a parecer loco, prefieres callar y encerrarte en ti mismo. Esto es un error, ya que para superarla lo que ayuda es hablar de ello, afrontarlo. Las palabras liberan. Una persona que sufre depresión no busca ser feliz, busca escapar de una mente en llamas que le destruye desde dentro.
Al verte inmerso en esta enfermedad, deseas dejar de vivir, y aunque el miedo a la muerte sigue estando presente, el dolor de la vida cada vez es mayor, acabando en multitud de suicidios. Estos suicidios la convierten en una de las enfermedades más mortales del mundo. Sin embargo, ¿Por qué no se le da el valor que realmente posee? ¿Por qué se sigue juzgando a las personas afectadas? La sociedad nos enseña que alguien con un problema de salud mental es un loco o alguien emocionalmente débil. Toda persona, enferma o no, huye de ser clasificado así. Estos prejuicios son un grave problema sanitario y por su culpa las depresiones se agravan, haciendo más complicado el camino de recuperación.

Recuperación, una palabra en principio imposible, pero que poco a poco, con ayuda y apoyo se va volviendo realidad. Mezclas de sentimientos, ayudados con medicación o no, que finalmente se salda en armonía con uno mismo.

En este proceso aprendes a conocerte, a saber que te hace sentir mejor. Todo se va volviendo más claro, tomando conciencia de cosas en las que no se reparaban antes.
Dentro de la pesadilla que resulta la depresión, la luz del final del túnel supone una nueva oportunidad. Una nueva vida con la que sentirte completo, en la que puedas hacer aquello que realmente te llene y que tanto tu cuerpo como tu mente se complementen para vivir.

Porque realmente, cuando parezca que todo está perdido, siempre hay un camino que poder seguir y gente que seguirá a tu lado a pesar de tu ausencia de ti mismo.

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